La frustración es un sentimiento desagradable que se produce cuando las
expectativas de una persona no se ven satisfechas, al no poder conseguir lo
pretendido.
En nuestra vida diaria pasamos por diferentes situaciones que pueden
provocarnos frustraciones, despertando emociones negativas que van desde el
enfado, la tristeza, la rabia, la ansiedad, envidias… Y por supuesto, nosotros
los padres conociendo en qué deriva el no satisfacer o cumplir nuestros deseos
y el sufrimiento emocional que conlleva, tendemos a intentar evitar que
nuestros hijos experimenten estas emociones tan desagradables, fruto de la frustración.
Pero, a pesar de nuestra buena voluntad, porque seguro que nos mueve el
amor de no ver sufrir a nuestros hijos, caemos en un error (el de intentar no generar frustraciones en ellos) que en un futuro pueden tener serias consecuencias en nuestros hijos.
Pues, cuando lleguen a la adolescencia y a la vida adulta, no siempre vamos
a poder ayudarles a satisfacer sus deseos, sus sueños, sus ilusiones….. Primero
porque ellos deben ser autosuficientes para alcanzar sus metas y objetivos en
la vida (tendrán que buscar empleo, gestionarse económicamente…) y segundo porque nosotros no tenemos una
varita mágica que permita que alcancen todo aquello que desean.
Pensemos por un momento en nuestras vidas, acaso se han cumplido todos nuestros
deseos e ilusiones, todo lo que nos planificamos (el coche que nos gustaba, el
trabajo que queríamos, el éxito, los amigos…). Tal vez sí, o tal vez no. La
cuestión es que no todos afrontamos de la misma manera el que nuestros sueños
no se hagan realidad, de ahí que nos encontremos con personas con baja
tolerancia a la frustración y con personas con un alta tolerancia a la
frustración.
Dicho esto, está claro que las variables que generan la frustración son relativas y pueden
ser diferentes en cada persona, ya que a algunas personas una situación les
causará frustración mientras que a otras esta misma situación no les generará
ningún problema. Esto es debido a las situaciones con las que hemos convivido
desde pequeños, las cuales nos preparan ante estos factores o, por el
contrario, nos vuelven más vulnerables ante ellos.
También influyen los estándares de vida que nos exige la sociedad o el
entorno que nos rodea (cánones
de belleza, estatus social…) pueden hacer que no lograr
satisfacer un deseo suponga una frustración. Si nos desenvolvemos en un medio
en que la mayoría de las personas han logrado sus metas con éxito y nosotros no
lo logramos, podemos experimentar con gran facilidad una sensación de fracaso,
llevándolo como consecuencia a la frustración.
Los niños con BAJA TOLERANCIA A LA FRUSTRACIÓN suelen:
- Tener problemas para diferenciar entre lo que son deseos ( que no son necesarios) de lo que verdaderamente son necesidades.
- Tienen problemas para aceptar que la vida no tiene por qué ser fácil y cómoda, como ellos se afanan en creer que ha de ser. De hecho, se aferran en el “deber ser” y no aceptan que “es”.
- Tienen dificultades para controlar las emociones. Sus reacciones ante un deseo no satisfecho se manifiestan con una explosión de emociones que oscilan entre la insistencia desmedida y la cólera, llegando incluso a agredir verbalmente a la persona “encargada” de cubrir sus necesidades no satisfechas.
- Tienen un miedo atroz al fracaso.
- Son más impulsivos e impacientes. De hecho, buscan satisfacer sus necesidades de forma inmediata, por lo que, cuando deben enfrentarse a la espera de sus necesidades, pueden tener rabietas y llanto fácil.
- Son exigentes.
- Pueden desarrollar, con más facilidad que otros niños, cuadros de ansiedad o depresión ante conflictos o dificultades mayores.
- Creen que todo gira a su alrededor y que lo merecen todo, por lo que sienten cualquier límite como injusto ya que va contra sus deseos. Les cuesta comprender por qué no se les da todo lo que quieren.
- Tienen una baja capacidad de flexibilidad y adaptabilidad.
- Manifiestan una tendencia a pensar de forma radical: algo es blanco o negro. No hay punto intermedio.
Intentar
complacer siempre a los niños y evitar que se sientan frustrados ante cualquier
situación no favorece su desarrollo integral como persona , ya que cuando
sean adultos deberán enfrentarse a circunstancias tanto de éxito como de
fracaso. Existen teorías que defienden que, si no se enseña a los niños a
aceptar los fracasos, es posible que desarrollen una actitud agresiva
reincidente.
Para
prevenir esta situación y conseguir que el niño tolere la frustración, los padres debemos evitar la
sobreprotección y no abusar de la permisividad. Es decir, evitar ceder ante cualquier requerimiento
del niño, de modo que éste siempre consigue lo que quiere y nunca se enfrenta a
situaciones negativas, problemáticas o frustrantes. Aprender a tolerar la frustración
facilita que nos enfrentemos con éxito en la vida. Por ello, cuanto antes
aprendamos, mejor.
Debemos enseñar a tolerar la frustración.
Para ello:
- Practicar con el ejemplo. La actitud positiva de los padres a la hora de afrontar las situaciones adversas es el mejor ejemplo para que los hijos aprendan a hacer frente sus problemas.
- Educarle en la cultura del esfuerzo. Es importante enseñar al niño que es necesario esforzarse. Así aprenderá que el esfuerzo es, en muchas ocasiones, la mejor vía para resolver algunos de sus fracasos. Teniendo cuidado con el modelo fácil de conseguir las cosas que en ocasiones nos transmiten determinados programas de televisión.
- No darle todo hecho. Si se le facilita todo al niño y no se le permite alcanzar sus retos por sí mismo, es difícil que pueda equivocarse y aprender de sus errores para saber cómo enfrentarse al fracaso.
- Enseñarle a ser perseverante. La perseverancia es esencial para superar situaciones adversas. Si el niño aprende que siendo constante puede solucionar muchos de sus problemas, sabrá controlar la frustración en otras ocasiones.
- Convertir la frustración en aprendizaje. Las situaciones problemáticas, son una excelente oportunidad para que el niño aprenda cosas nuevas y las retenga. De esta forma, podrá afrontar el problema por sí mismo cuando vuelva a presentarse.