lunes, 21 de septiembre de 2015



        Las segundas intenciones.


        Se dice que hay segundas intenciones, cuando entendemos que hay una intención oculta. En mi caso, es una segunda intención en el sentido ordinal de la palabra, la primera fué, siguiendo la cita que aparece en la agenda escolar , hablar respecto de: "Sé tu mismo. Los demás ya están cogidos". Lo dejaré para otro momento.

         Veo que hay otra cita en la misma página , igualmente importante, de San  José de Calasanz, "Sé delicado con el prójimo"

          ¿Por qué ésta y no la otra ?. Por una noticia que afecta  a nuestros hijos. La delicadeza de la que hablaré es el  cuidado, y el prójimo, nuestros hijos .¡Cuidemos a/de nuestros hijos!

          Esta semana se ha conocido la sentencia por la que se condena a varios años de prisión a un hombre, de una población cercana, cuyo trabajo le permitía relacionarse con los niños,y que haciendose pasar por una niña de 14 años en las redes sociales, habia engañado y chantajeado a varios de ellos. Oí a la madre que destapó y denunció el asunto, fué precoz en la detección de un cambio de comportamiento importante en su hijo.

          Es clara la "segunda intención" del individuo, aprovecharse, destruir la inocencia.

          Hay en todo ello algo que chirría, el niño en cuestión, tenía 11 años cuando sucedieron los hechos, y ya tenía perfil de facebook y entraba y se relacionaba a través del mismo sin ningún  control paterno. ¿Cómo es posible?  Es fácil pensar, que mientras están con el ordenador, están tranquilos, nos dejan en paz. Ellos son niños, aún no conocen la maldad de muchas personas, pero nosotros, sus padres, si. 

          Hace dos años el colegio organizó una conferencia interesantísima que corrió a cargo del policia nacional que  atiende a delitos informaticos y económicos en la comarca , por supuesto se habló exclusivamente del cyberbulling, o acoso tecnológico. Teniendo en cuenta el número de alumnos, allí éramos los que se dice cuatro gatos. La charla nos puso al corriente de los depredadores que acechan a nuestros hijos, nos recalcó la importancia del control paterno. Cierto es que nos metió el miedo en el cuerpo, pero una cosa dijo que nos ha de hacer reflexionar, muchos padres piensan, "eso a mi hijo no le puede pasar"

         El depredador se disfraza, su intención es oculta, pues de otro modo alertaría a su víctima. La inocencia, la virtud, no tienen valor para él.

          De nuevo, como en la entrada anterior, me referiré a un libro. "Las relaciones peligrosas" ,  de Pierre Choderlos de Laclos, de 1782.

          Se me ocurre que pude hablar de "Don Juan Tenorio"," El burlador de Sevilla", o algunos otros. Elijo éste, pues en él se utiliza lo que fué una red social, las cartas. 

          Es un libro epistolar,  en él los personajes centrales, el Vizconde de Valmont y la  Marquesa de Merteuil,  personajes depravados que se aprovechan de la sociedad puritana, cuentan a través de sus cartas  , la destrucción de la inocencia. Corrompen a inocentes,llegando a causar incluso la muerte de otro de los personajes.

          En el mismo se observa de nuevo, la intención oculta, la segunda intención, utilizan la seducción  en un caso, o la amistad con los padres de  una joven, para conseguir sus fines.

          Muy recomendable  la versión cinematográfica de 1988 del director Stephen  Frears, con Glenn Close y John Malkovich en sus personajes principales, con unas actuaciones brillantes, ¡ah! y una Uma Thurman jovencísima.

          En el campo musical, en el Rigoletto,  de Verdi, se observa también el dolor del padre, que a pesar de todas las precauciones, ve a su hija, inocente, víctima de un depredador, el libertino Duque de Mantúa al que sirve.

          En ambos casos, hay muerte. Inocentes que ya no soportan vivir, malvados que mueren a manos de padres desesperados o en un duelo o los que son condenados al ostracismo al ser conocida su perfidia.

          Al sujeto real, lo condenan a prisión. Pero ya nada devuelve la inocencia a un niño.

          Por eso, de nuevo, pido que cuidemos a nuestros hijos.



          Hasta otro día, papás.