En la educación de nuestros hijos e
hijas, existen dos pilares fundamentales: el amor y las normas, en función de
cómo las utilizamos, nos encontramos con padres que podríamos calificar con un
estilo u otro de educación, tenemos:
- Los padres “pasotas”, que conceden a sus hijos poco amor y poca norma.
- Los autoritarios, muchas normas y poco amor.
- Los sobreprotectores dan mucho amor y pocas normas
Podríamos encontrarnos con
muchísimos estilos de educación, pero nos vamos a detener en el de los padres y
madres sobreprotectores. Es deber de los padres, proteger, amparar y defender a
los hijos, pero no es lo mismo proteger que sobreproteger, y es una tendencia
de muchos padres en nuestra época no ver la diferencia entre estos dos
términos. La sobreprotección viene justificada por varias razones:
- Cada vez hay familias con un menor número de hijos y por ello hay una mayor tendencia a centrarse en los que se tienen.
- Hay un mayor acceso a información, sobre todo de noticias catastróficas y por supuesto, ello aumenta el temor de que les pase algo a nuestros hijos.
- Las familias estamos menos tiempo en casa y, cuando estamos, queremos dar todo a los hijos como forma de compensarles por nuestras ausencias.
Algunas de las señales que nos pueden orientar a la hora de saber si
sobreprotegemos a nuestros hijos, aparecen en
la siguiente tabla:
Situación
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Sobreprotección
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Protección
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Cuando cometen un error o algo no
les ha salido bien
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Buscamos disculparlos y
proyectamos su responsabilidad en compañeros y maestros
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Hablamos de lo que ha pasado y el
por qué de la conducta que se ha producido
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Ante una situación conflictiva
como puede ser una discusión entre
compañeros, un problema a resolver
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Ponemos medidas para evitar la
situación y que no se enfrente a un conflicto
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Les preparamos para afrontar los
problemas y que tengan estrategias para resolver conflictos
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Al conocer sus gustos y
preferencias
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Anticiparnos a sus demandas, procurándoles a menudo lo
que aún no han pedido (juguetes, golosinas)
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Ajustarnos a las celebraciones
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Ante demandas de querer realizar
determinadas cosas o juguetes
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No decirles que no, porque no se
lleven un disgusto. Evitar a toda costa la frustración porque el resto de
niños, tienen lo que nos piden, y el nuestro no va a ser menos.
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No ceder a todo lo que nos piden.
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Numerosas investigaciones indican que la
sobreprotección puede ser una limitación para el desarrollo del niño y
que, incluso, le puede afectar de forma negativa y profunda cuando sea adulto.
Aunque no
todos los niños reaccionarán del mismo modo ante un estilo paterno
sobreprotector, la tendencia es desarrollar:
- Baja tolerancia a la frustración.
- Incapacidad para reconocer sus errores.
- Inseguridad con problemas para relacionarse con los demás.
- Un desarrollo psicológico inferior a su edad
- Una predisposición a estar aburridos o descontentos.
La frustración es una vivencia emocional que se presenta cuando un
deseo, un proyecto, una ilusión o una necesidad no se llega a satisfacer o a
cumplir. La frustración da lugar a emociones que van desde la tristeza,
agresividad, ansiedad, enfado...
Tolerar la frustración significa ser capaz de afrontar los problemas y
limitaciones que nos encontramos a lo largo de la vida, a pesar de las
molestias o incomodidades que puedan causarnos. Por lo tanto, se trata de una
actitud y, como tal, puede trabajarse y desarrollarse.
En la vida, hay situaciones en las que conseguimos nuestros objetivos y
otras en las que no. A los niños hay que enseñarles a tolerar la frustración.
Si los padres siempre damos a los hijos todo aquello que piden, los pequeños no
aprenderán a tolerar el malestar que provoca la frustración y a hacer frente a
situaciones adversas. Por ello, en la edad adulta, seguirán sintiéndose mal
cada vez que no consigan aquello que se han propuesto. Intentar complacer
siempre a los niños y evitar que se sientan frustrados ante cualquier situación
no favorece su desarrollo integral como persona.
Los niños con poca tolerancia a la frustración:
- Tienen dificultades para controlar las emociones.
- Son más impulsivos e impacientes.
- Buscan satisfacer sus necesidades de forma inmediata, por lo que, cuando deben enfrentarse a la espera o postergación de sus necesidades, pueden tener rabietas y llanto fácil.
- Son exigentes.
- Pueden desarrollar, con más facilidad que otros niños, cuadros de ansiedad o depresión ante conflictos o dificultades mayores.
- Creen que todo gira a su alrededor y que lo merecen todo, por lo que sienten cualquier límite como injusto ya que va contra sus deseos. Les cuesta comprender por qué no se les da todo lo que quieren.
- Tienen una baja capacidad de flexibilidad y adaptabilidad.
- Manifiestan una tendencia a pensar de forma radical: algo es blanco o negro, no hay punto intermedio.
Otras consecuencias de la sobreprotección:
- Autoestima baja, pues tal vez nuestros hijos no han podido poner a prueba su competencia personal, sus habilidades. Quizá ha intentado tomar sus propias decisiones y llevarlas a cabo, pero la excesiva sobreprotección paterna/materna le ha llevado a no poder ver los resultados de esa toma de decisión.
- Fallos en las Habilidades Sociales, muchas veces tienen dificultades para entablar o mantener relaciones. A veces son niños muy tímidos, que les cuesta iniciar conversaciones, que les cuesta integrarse en grupos, que enseguida que algo no sale como les gustaría se sienten mal y prefieren retirarse.
- Dificultad para tomar decisiones por sí mismo, consecuencia de estar acostumbrados a que les resuelvan los problemas. Algunas decisiones que pueden ser triviales para otras personas para ellos pueden llegar a ser muy angustiosas.
Conductas de niños sobreprotegidos
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Algunas de las características de los padres
sobreprotectores
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Le realizan las actividades escolares
Si le molestan otros niños, interfiere para defenderlo
Le da de comer, lo viste, baña, peina,
No le permite que asista a salidas con compañeros de su edad
Revisa todo lo que hace.
Utiliza el miedo para protegerlo
Contesta por él
Ignora, tapa y justifica sus errores.
Nunca permite que otros adultos lo corrijan
Se sienten culpables cuando no ayudan
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Lo que
debemos hacer:
- Tenemos que tener presente que aprendemos de los errores, y que éste forma parte del aprendizaje. Por ello debemos dejar a nuestros hijos que aprendan a equivocarse. No sólo es importante aceptar los errores de nuestros hijos como parte de su proceso de aprendizaje; es necesario mostrarles que nosotros, como adultos, también nos hemos equivocado, y no pocas veces. Hacer este reconocimiento de nuestros fracasos les da a los niños la posibilidad de reconocer sus errores con mayor tranquilidad, entendido esto como un proceso normal, donde se puede volver a empezar una y otra vez y no pasa nada.
- Evitar tratar de realizarnos a través de nuestros hijos: Frases como ’no quiero que pases lo que yo pasé’ o ’cuánto me hubiese gustado a mí tener la educación que te estamos dando’. Muchas veces queremos resolver nuestras frustraciones a través de la vida de nuestros hijos y desde ahí tratamos de influenciar sus decisiones, haciendo que pierdan su autonomía.
- Los niños necesitan límites claros; amorosos, pero claros. Si les dejo hacer lo que quieran sin establecer las reglas del juego entenderán que el mundo funciona de esta manera, y cuando descubran que la profesora, los compañeros y los amigos no hacen lo que ellos quieren, lo pasarán muy mal.
- Cada acto, cada conducta, tiene una consecuencia, positiva y también negativa. Es importante que los padres evitemos caer en la ’teoría de la mesa de centro’. ¿Cuál es? Esa que dice que cuando el niño está aprendiendo a caminar y se tropieza con la mesa de centro, alguno de los adultos presentes corre a consolar al niño, diciendo ’tonta mesa’, como si la culpa fuera de la mesa y no un error del niño. Es importante mostrarle que debe tener más cuidado, porque cada paso que da es su responsabilidad, para bien o para mal.
Lo
que nos ocurre en ocasiones, es que confundimos la forma de expresar nuestro
amor, ¿verdaderamente se demuestra amor facilitándoles las tareas a nuestros
hijos?, ¿evitando que se esfuercen para conseguir lo que necesitan?, ¿evitando
situaciones desagradables o resolviendo sus conflictos?. Con ello fomentamos la
inmadurez, cuando llegue a la etapa adulta, tal vez no haya adquirido las
estrategias necesarias para afrontar los problemas que la vida nos depara, o no
sea capaz de hacer frente a la frustración, que está tan presente en la etapa
adulta. Y no le hemos hecho ningún favor.
Para
evitar estas situaciones e identificar cuándo estamos siendo protectores,
plantearos las siguientes cuestiones cuando os pidan algo, vuestros hijos:
- Lo que me pide, ¿a quién le corresponde hacerlo, a él o a mí?
- ¿Lo puede hacer por sí mismo, aunque no lo haya hecho nunca?
- ¿Es una excepción que le ayude o es algo ya generalizado?
Porque si a él le corresponde, lo puede hacer y
siempre lo ayudo o se lo hago… estamos sobreprotegiendo y limitando el
desarrollo de nuestros hijos, lo que genera una actitud dependiente.