Desde
que era pequeña he visto a mi madre dar pequeños donativos (dinero, ropa…) a
diversas entidades o a campañas sociales, y yo siempre le preguntaba a mi
madre, ¿el por qué, de dar gratis las cosas?, y ella me contestaba con una
frase, que ahora yo también se la digo a mis hijos: “manos que no dais ¿qué
esperáis?”, desde mi visión infantil la interpretación que yo hacía de la frase
era que alguien de una forma u otra, nos devolvería el dinero que donábamos,
pero luego no era así, de manera que no acababa de entender “lo que había que
esperar”, aunque sí el sentido de ayudar.
Y fue cuando llegué a la Facultad y
me apunté a una ONG (a la que después de
veintidós años sigo vinculada), cuando entendí a qué se refería mi madre
con la famosa frase. Lo que esperas o recibes a cambio de dar, no es nada material, sino son emociones que
te llenan de satisfacción y bienestar.
El siguiente vídeo despertará las emociones que promueve el altruismo
Pero, ¿qué es el altruismo?.
Es un término que fue
creado por el filósofo francés Auguste Comte en 1851 para designar una actitud solidaria opuesta al
egoísmo. Se trata pues, de un comportamiento que aumenta las probabilidades de
supervivencia de otros, a
costa de una reducción de las propias. En definitiva, la
preocupación o atención desinteresada por el otro o los otros.
Mientras que el egoísmo, es propio de la persona que no es altruista, es egocéntrica, y siempre piensa en primer lugar en sus propios intereses y nunca en los de los demás.
Mientras que el egoísmo, es propio de la persona que no es altruista, es egocéntrica, y siempre piensa en primer lugar en sus propios intereses y nunca en los de los demás.
Algunas
investigaciones muestran que el altruismo aparece en el ser humano al cumplir
los 18 meses, lo que sugiere que los seres humanos tienen una tendencia natural
a ayudar a los demás. Pese a esto, algunos filósofos como John Stuart Mill defienden
que el ser humano no es naturalmente altruista, sino que necesita ser educado para llegar a serlo.
Pero, para
ser altruista, primero uno debe desarrollar ciertas capacidades: la
sensibilidad por los demás (reconocer el dolor y/o sufrimiento de las personas)
y la empatía (ponerse en lugar de los otros).
Sensibilidad por los demás
En la
actualidad vivimos en una sociedad en qué la sensibilidad está perdiendo
fuerza, por varias razones:
- Primero porque hay gente que considera que ser sensible es signo de debilidad y creen que la frialdad e indiferencia es mejor. Pero la verdad, es que ser sensible nos hace ser mejores personas.
- Y en segundo lugar, porque los medios de comunicación ( televisión, internet…) nos bombardean con imágenes llenas de violencia (maltratos a ancianos, niños..., en las que aparecen incluso cadáveres, asesinatos) y sorprendentemente, nosotros permanecemos impasibles siguiendo con nuestras actividades (comiendo, hablando…) y lo que es peor acostumbrándonos por desgracia a visualizar este tipo de imágenes, que contribuyen a la falta de sensibilidad.
Nosotros somos adultos, y podemos diferenciar lo que está bien de lo que está mal, pero queremos tener hijos insensibles y sin capacidad de empatía, ya no sólo con los demás sino con nosotros mismos.
En el siguiente vídeo, tenemos un experimento psicosocial sobre cómo la ayuda a los demás puede está condicionada por el aspecto de las personas. ¿Acaso el ser altruista depende del aspecto de las personas a las que hay que ayudar?
La sensibilidad es fundamental para ser altruista. Los niños sensibles, son afectuosos y gozan con el contacto personal y el cariño
físico. Responden con mayor sensibilidad de lo esperado a las palabras, a los gestos cuando se sienten heridos,
disfrutan con la música y relacionan olores, colores, aromas y sabores con
experiencias o momentos de su vida cotidiana.
Suelen
representar detalles inusuales en sus dibujos, son receptivos a las expresiones
de la cara, a la mirada de los demás. De manera que suelen tener más
desarrollada la capacidad de empatía y sintonizan con las emociones de las otras
personas.
La empatia
Implica comprender lo que el otro siente, reconociendo las emociones
y necesidades de los demás y teniendo una respuesta ajustada a ellas. Es
posible desarrollarla y es importante hacerlo desde muy pequeños.
Los
niños en su primer año de vida, muestran empatía emocional, prueba de ello es
que lloran si ven a otro bebé llorando. Entre uno y dos años, son conscientes
de que no todos los niños sienten lo mismo que ellos y ante la misma situación,
intentan consolar a otros niños, aunque no saben cómo hacerlo. Sobre los seis
años, ya se dan cuenta de la gran variedad de sentimientos que hay. Y entre los
diez y los doce años, la empatía va más allá de su entorno, de manera que
expresan su preocupación por la gente que sufre.
Pero,
hay que recordar que los niños, normalmente aprenden lo que ven. Y debemos mejorar la empatía dándoles
oportunidades y practicando con el ejemplo:
- Escuchándoles y mostrando afecto cuando tengan un problema y necesiten contarlo.
- Dando importancia a los temas de los que hablan los niños, se trata de dar valor a sus conversaciones.
- Aceptando que sus emociones y sentimientos pueden ser diferentes a los nuestros.
- Consolándoles cuando estén tristes o enfadados, les ayudará a sentirse comprendidos. Luego ellos aprenderán a hacer lo mismo con otros.
- Identificando y expresando nuestros sentimientos, esto nos ayudará a captar mejor los de nuestros hijos.
- Poniendo ejemplos de situaciones diarias (¿Cómo crees que se ha sentido el otro niño?¿Cómo te sentirías tú? Ante una determinada situación), poniendo dibujos o películas y reflexionando juntos sobre las emociones de los personajes (¿Cómo se sentía el protagonista?¿Qué ha hecho que se sintiera así?).
Para finalizar, señalar que durante esta semana en nuestro centro educativo, se está llevando a cabo un Plan de acción social, siendo una buena oportunidad para inculcar valores como el altruismo y la solidaridad en nuestros hijos, mediante la recogida de ropa, de tapones e incluso las aportaciones al DOMUND.